30 de agosto de 2016

Flúðir que no flúor

A sólo un par de jornadas de finalizar la aventura es momento de evaluar Islandia, un país de fuego y hielo que te transporta al Cretácico o Jurásico, evocando esos momentos de juventud del planeta.

Islandia es una país que está en proceso de creación, las fuerzas de la naturaleza son tales que te sientes más que diminuto a su lado. Tener la posibilidad de verlo en su estado más puro, es toda una suerte, donde glaciales, cataratas y fumarolas te envuelven en su cálido compás. Aquí los riesgos y límites los pones tú. No hay vallas que limiten el acceso, ni placas de aviso de peligro que rompan el sonido de la naturaleza. Puedes acercarte y encaramarte a lo alto de cualquier risco, siempre que tu valor y prudencia te lo permitan, como me dijo un islandés... «nothing it's impossible».

Al otro lado de esa naturaleza indómita y salvaje, se oculta una cordial población con la que apenas se llega a tener contacto. La mayoría de los puestos turísticos y de hospederías, están regentados por extranjeros que trabajan en época estival y aunque sea destino turístico, no es un país para todos. Hay que tener en cuenta, que no existen apenas nucleos grandes de población, ni de abastecimiento, lo que conlleva sin importar el medio de transporte, que sea difícil de visitar. Se podría decir que los centros neurálgicos son las gasolineras, dónde siempre podrás tomar un perrito caliente o un menú de hamburguesa. A esto se suma la casi insistencia de restaurantes u hoteles, por lo que el turista acomodado de altos vuelos, acabe sucumbiendo al mismo plato de gasolinera y «Gest House» que el resto de los mortales. En el caso de venir de la «amada patria rusa» la cosa de altos vuelos cambia, ya que constantemente surcan el cielo aviones o helicópteros, con rusos adinerados que no quieren sufrir las inclemencias del tiempo y prefieren verlo todo, a vista de pájaro.

PS: Como nota curiosa, la venta de alcohol está prohibida en todo el país, excepto en los «vinbudin» controlados por el gobierno, de manera que si un dia te apetece comprar unos quesos (8€ 500gr) y hacer un picnic, como no tengas una «vinbudin» cerca o hayas sido previsor beberás agua, eso sí de las mejores del mundo.

Nos vemos pronto, mañana la penúltima etapa.